¿Existe Dios?

3

Nadie en la historia de la humanidad provoca una reacción más fuerte que Dios. Podemos hablar de política, deportes o películas, y la gente participa, debate o se ríe. Pero en el momento en que se menciona a Dios, todo cambia: el ambiente se transforma, la conversación da un giro. ¿Por qué? Si Dios no existiera, ¿por qué Su nombre pesa tanto? ¿Por qué no se le descarta como los adultos descartan a Santa Claus? ¿Por qué no provoca indiferencia, como cuando un niño habla del ratón Pérez? Al contrario, Su nombre despierta algo profundo en nosotros.
Sabemos que la pregunta de si Dios existe es mucho más importante e impactante de lo que estamos dispuestos a admitir.
Porque ninguna otra persona o realidad en la historia ha sido tan estudiada, discutida y debatida como Dios. Filósofos, teólogos y gente común han compartido sus opiniones—en bares, barberías, aulas de clase y salas de estar.

Para muchos, ¿es Dios un poder? ¿Una energía? ¿Un anciano en el cielo? ¿O simplemente no existe?
¿Por qué hay tantas opiniones sobre Dios? Creo que es porque tu visión de Dios define la manera en que vives. La forma en que piensas acerca de Dios moldea cómo piensas de ti mismo, de este mundo y de los demás. Por eso, tu visión de Dios es mucho más importante de lo que imaginas. Lo que crees acerca de Él revela más de ti de lo que piensas. Y esa es la razón por la cual debemos responder la pregunta: ¿Existe Dios?

La pregunta sobre Dios. ¿Por qué no puedes escapar de ella?

Durante la mayor parte de nuestra historia en América Latina, creer en Dios no era solo algo común; era el aire que respirábamos. Desde la generación de nuestros abuelos, la fe estaba entretejida en la vida diaria. Incluso si alguien no era muy religioso, se asumía la existencia de Dios. Pero en los últimos años, eso ha cambiado, especialmente en nuestras ciudades. Hoy, para muchos, Dios es solo una opción entre tantas. Puedes creer en Jesús, en el universo o en nada en absoluto. Y este cambio no tomó siglos como en Europa; ocurrió en apenas una o dos generaciones.
Las redes sociales, las ideas globales y la creciente mentalidad de “yo decido mi propia verdad” han hecho de Dios solo una opción más en un mercado saturado de creencias.

Pero esto no es nuevo. Hace más de cien años, el filósofo Friedrich Nietzsche declaró: “Dios ha muerto”. Karl Marx llamó a la religión “el opio del pueblo”. Estas ideas se esparcieron mucho más allá de Europa, influyendo en la política, la educación y el arte, hasta llegar a nuestra propia cultura. Y hoy resuenan en las voces de ateos modernos como Richard Dawkins, Christopher Hitchensy Sam Harris, quienes han hecho de su misión desafiar la existencia de Dios. Llenan libros, pódcast y canales de YouTube con argumentos en contra de Él.
Muchos ateos creían que la modernización, a través de la ciencia, la educación y la tecnología, reemplazaría la religión en todo el mundo. Pero, gracias a Dios, esas predicciones fracasaron.

Aunque la religión disminuyó en algunas regiones de Occidente, la fe en Dios es más fuerte que nunca a nivel global—especialmente en el Sur Global (América Latina, África, Asia). Incluso en países secularizados, persisten las creencias espirituales. Y sin embargo, la misma pasión con la que hablan demuestra que Dios no es irrelevante. Incluso en su negación, no pueden dejar de hablar de Él. Todos predijeron que la religión desaparecería y que las conversaciones sobre Dios se extinguirían. Pero se equivocaron. La religión no ha muerto; ha cambiado. Hoy, muchos se llaman a sí mismos “espirituales pero no religiosos”. Dios ha sido redefinido: de ser el Creador y Sustentador del universo, pasó a ser algo mucho menor. Para algunos, es una especie de energía cósmica, parte de la creación misma. Otros llegan aún más lejos y dicen que ellos mismos son Dios.

¿Por qué hablar de Dios?

Pero, ¿por qué no se cumplió la predicción de los ateos y secularistas?
La razón es que el ser humano no puede escapar al conocimiento de Dios, porque Dios ha puesto ese conocimiento dentro de él. Pablo dice en Romanos 1:19: “Lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente”.

Dios se ha revelado de dos maneras: en la creación, lo que se llama revelación general, y en el mismo ser humano. Esto significa que Dios ha colocado en la humanidad un anhelo por lo trascendente, un deseo de lo que está más allá. En otras palabras, un deseo de Dios. El hombre no puede evitar desear a Dios.
Este deseo no es un accidente ni un simple producto cultural, sino parte del mismo diseño de Dios para el hombre como portador de Su imagen. Sin embargo, a causa del pecado, el hombre suprime la verdad con injusticia (Romanos 1:18) y distorsiona este deseo, dirigiéndolo hacia ídolos o falsos conceptos de lo divino. Por eso, todas las falsas religiones, las filosofías humanistas e incluso la espiritualidad “sin religión” son testimonio de que el hombre no puede escapar de Dios, y al mismo tiempo no quiere reconocerlo tal como es.
Solo mediante la obra regeneradora de Cristo y la iluminación del Espíritu Santo este deseo encuentra su verdadero objeto: el Dios vivo y verdadero, revelado en Su Palabra. Todos los hombres conocen a Dios.
Todos conocen al Dios verdadero de la Biblia. El problema no es la falta de evidencia, sino la supresión de la evidencia. Por eso Pablo nos dice en Romanos 1:18 que la respuesta de Dios a la rebelión humana es revelar Su ira. Dios responde porque el hombre rehúsa aceptar la evidencia y la verdad de que Dios existe, y de conocer verdaderamente a Dios.

En otras palabras, no tratamos con incrédulos que carecen de información, sino con rebeldes que distorsionan y rechazan la verdad que ya conocen, cambiándola por una mentira.
¿Notaste que no intenté probarte que Dios existe? No se puede probar a Dios como se prueba una silla, porque Dios es la base de toda prueba. Sin Dios no habría razón para la lógica, la ciencia o la moralidad. Negar a Dios es como negar el sol mientras usas su luz para ver todo lo demás. Dios es la condición necesaria para que podamos darle sentido a todo.

¿Existe Dios?


¡La respuesta es sí! Dios no “probablemente” existe; Dios existe. No hay suficiente evidencia para demostrar que Él no existe. Pablo nos dice en 

Romanos 1:19-20:
“Porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y su naturaleza divina, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.”

La última palabra que usa Pablo, “sin excusa”, literalmente significa sin apología, es decir, sin defensa. Lo que Pablo está diciendo es que los incrédulos no tienen evidencia suficiente contra la existencia de Dios. No pueden probar que Dios no existe. La razón es que Dios es la condición previa de todo pensamiento humano, de la moralidad y del sentido. Sin Él, no habría razón para confiar en nuestra mente, no habría un orden moral objetivo para juzgar lo bueno y lo malo, y no habría un propósito último para la vida. Incluso las preguntas que hacemos, la lógica que usamos y la indignación moral que sentimos presuponen al Dios que tratamos de negar. Para que todo tenga sentido, Dios debe existir. No podríamos razonar ni tener orden en el universo a menos que Dios exista. Todo necesita un punto de referencia; de lo contrario, viviríamos en caos y desorden. La razón por la que todo tiene sentido y orden es porque tenemos un punto de referencia, y ese punto es Dios. Dios es el punto de referencia supremo.

C. S. Lewis lo dijo así: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el sol: no solo porque lo veo, sino porque gracias a él veo todo lo demás”.
Sin el sol como referencia de la luz, no veríamos nada. Yo iría aún más lejos: sin el sol, ni siquiera tendríamos el concepto de luz. Sabemos lo que es la luz porque tenemos al sol como referencia. De la misma manera, Dios es nuestro punto de referencia supremo; sin Él, nada tendría sentido.

El llamado final

La pregunta no es si Dios existe; ya lo sabes. Cada respiración que tomas, cada ley de lógica que aplicas, cada juicio moral que emites, cada profundo anhelo de tu corazón, todo lleva la firma de tu Creador.
El problema no es la falta de evidencia; es la rebelión contra el Dios que se ha dado a conocer. Vives cada instante en Su mundo, respirando Su aire, parado sobre Su fundamento. No puedes escapar de Él, porque sin Él no puedes explicar absolutamente nada.

Así que deja de pretender que eres tú el juez y que Dios está en el banquillo. El juicio ya terminó. El veredicto es claro. Él es el Juez, y te llama a apartarte de tu pecado, confiar en Su Hijo y vivir cada momento delante de Su rostro.

Esta no es una pregunta abstracta. Es la verdad más urgente que enfrentarás: ya estás en la presencia del Dios vivo. La única pregunta que queda es: ¿te arrodillarás ante Él ahora como tu Salvador, o más tarde como tu Juez?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *