Todo en la vida y todo en la eternidad se determina por cómo respondemos a esta única pregunta: “¿Quién dices que soy yo?” (Mateo 16:15).
Detrás de las grandes preguntas de la humanidad, ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de todo esto? Hay una pregunta más profunda: ¿Quién? ¿Quién está detrás de todo, quién le da sentido, quién define quién soy? Hasta que enfrentemos ese “quién”, cualquier otra respuesta se quedará corta.
Estas preguntas no son nuevas. Moisés clamó: “¿Quién eres?” y Dios respondió: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Pablo, en el camino a Damasco, preguntó: “¿Quién eres, Señor?” (Hechos 9:5). Y Jesús, hablando con Pedro, hizo la pregunta definitiva: “¿Quién dices que soy yo?”
Cada vez que alguien formula esta pregunta, está admitiendo al menos dos cosas:
- Que Dios existe.
- Que Dios es personal.
Porque si Él no existiera, no lo preguntaríamos. Y si no fuera personal, la pregunta misma carecería de sentido. Solo un ser personal puede escuchar y responder.
La gran pregunta sigue siendo: ¿Te has detenido a descubrir quién es realmente Dios? Y lo más importante: ¿cómo podemos conocerlo?
¿Quién es Dios?
La primera línea de la Biblia no comienza con una explicación filosófica, sino con una afirmación contundente: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Ese primer verso nos dice más de lo que parece. Describe a Dios como creador, personal, supremo, pactual, Señor e ineludible. Tengo cinco verdades que quiero hablar sobre Dios.
1. Dios es Creador
La Biblia presenta a Dios como el Creador de todas las cosas. Él hizo todo ex nihilo de la nada con el poder de Su palabra. Como dice Herman Bavinck: “El mundo no existe por sí mismo, ni es necesario; depende en cada momento de la voluntad de Dios.”
Un Creador que trae todo a la existencia no puede ser impersonal. Como observa Calvino en sus Instituciones: “No podemos tener idea alguna de Dios que no esté ligada a la adoración.” Conocer a Dios como Creador implica reconocer nuestra dependencia absoluta de Él.
2. Dios es Supremo
Él es autosuficiente, eterno, inmutable. Todo depende de Él, mientras que Él no depende de nada. Van Til subrayaba esta distinción radical: “La diferencia entre el Creador y la criatura es absoluta; el Creador es independiente, la criatura siempre dependiente.”
Esta visión no solo informa nuestra teología, sino también nuestra vida diaria. Significa que no somos el centro, sino criaturas sostenidas por un Dios supremo.
3. Dios es Señor
Decir que Dios es Señor significa que tiene autoridad absoluta sobre todo. No hay esfera de la vida visible o invisible que escape a Su gobierno. Como escribe Calvino: “El mundo entero es el teatro de la gloria de Dios.”
Esto no es esclavitud, sino liberación. Pues si el universo no estuviera bajo Su gobierno, estaría bajo el caos.
4. Dios es un Dios de pacto
La Escritura no presenta a Dios como un ser distante, sino como un Dios que se acerca a Su pueblo en pactos. Bavinck lo describe así: “Dios no se satisface con ser el Creador y Señor; Él quiere ser nuestro Dios en comunión de amor.”
Todos los pactos de la historia bíblica encuentran su cumplimiento en Cristo, el Mediador del nuevo pacto. En Él tenemos seguridad de salvación y comunión eterna.
5. El Dios inescapable
Puedes decir que no crees en Él, pero sigues viviendo en Su mundo. Respiras Su aire, piensas con la mente que Él te dio. Como dice Van Til: “El incrédulo es como un hijo que abofetea a su padre, sentado en las rodillas de ese mismo padre.”Negar a Dios es como negar el sol estando bajo su luz.
2. La verdadera razón por la que rechazamos a Dios
La incredulidad no surge de falta de evidencia, sino de rechazo de la evidencia. El filósofo ateo Thomas Nagel lo admitió: “No quiero que haya un Dios; no quiero que el universo sea así.” Friedrich Nietzsche fue aún más honesto: “No queremos un Dios que mande.”
Jesús explicó el rechazo
Jesús mismo diagnosticó la raíz del problema: “El mundo… a mí me odia, porque yo testifico de él, que sus obras son malas” (Juan 7:7). Y en Juan 3:19–21: “La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”
No es que la gente no pueda ver la luz, sino que no quiere verla.
Pablo lo confirma
El apóstol Pablo escribió: “Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7). En otras palabras, nuestro rechazo a Dios nace de un corazón rebelde que no quiere someterse a Su autoridad.
Muchos ven la ley de Dios como opresión. Piensan que Sus mandamientos roban la libertad. Pero esa es la mentira más antigua del enemigo. Desde el Edén, Satanás presentó a Dios como un amo cruel y sugirió que la verdadera vida estaba “lejos de Dios”. El resultado, sin embargo, fue miseria y muerte.
Van Til lo resume con claridad: “El pecado no es ignorancia, sino rebelión.”
3. ¿Qué significa esto para ti?
A pesar de nuestro rechazo, Dios no nos ha dejado a oscuras. Él se ha revelado con claridad:
- En Su Palabra, la Biblia.
- En Su iglesia, que proclama Su evangelio.
- Y sobre todo, en Jesucristo, Dios hecho hombre.
Como escribe Calvino: “Cristo es el espejo en el que debemos contemplar a Dios.”
Cuando el hombre pecó, Dios no se escondió. Al contrario, salió al encuentro. Dios es el misionero supremo, persiguiendo al hombre para salvarlo.
Jesús mismo lo expresó en Su oración: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Conclusión
Me alegra saber que el Dios de la Biblia existe y que Él es el Dios verdadero. Él es amoroso, bondadoso y lento para la ira. Su amor lo llevó a enviar a Su único Hijo a este mundo para morir y darnos vida eterna.
A través de la muerte y la resurrección de Cristo, nuestra relación rota con Dios puede ser restaurada. Ningún otro dios ofrece eso. Ningún otro dios murió por ti para darte la seguridad de reconciliación con tu Creador.
Dios existe. Lo sabes. Y se ha revelado en Cristo. La pregunta es: ¿Quién dices que es Él?
Vea nuestro video: Déjalo en los comentarios, reflexiona en tu corazón, y recuerda:
Cada pensamiento bajo Cristo, y cada cosmovisión bajo Cristo.