¿Te ha fallado el cristianismo?

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Introducción

En los últimos años se ha popularizado un movimiento conocido como deconstrucción. Su objetivo es examinar las doctrinas fundamentales del cristianismo para ponerlas a prueba: ¿es real el infierno?, ¿cómo explicar el problema del mal?, ¿tiene la Biblia relevancia y autoridad en el mundo moderno? Muchos, después de ese examen, concluyen que el cristianismo no es verdadero.

Otros abandonan la fe no tanto por razones intelectuales, sino por experiencias dolorosas. Tal vez la iglesia los lastimó, alguien en quien confiaban los traicionó o se sintieron decepcionados por la hipocresía de algunos líderes. Estos sufrimientos son reales, y no debemos minimizarlos. Sin embargo, surge una pregunta necesaria:

¿Fue realmente el cristianismo lo que te falló, o fue una versión distorsionada del cristianismo la que nunca cumplió lo que prometía?

1. Expectativas fallidas

Cornelius Van Til, uno de los grandes pensadores reformados del siglo XX, nos recordó que no existe la neutralidad. Todos interpretamos la vida desde presuposiciones: ideas previas sobre Dios, el mundo, la felicidad y el éxito. Estas suposiciones moldean lo que esperamos del cristianismo.

Así, cuando alguien dice: “El cristianismo me falló”, lo hace desde esas expectativas. Tal vez pensaba que ser cristiano garantizaba salud, prosperidad, experiencias emocionales constantes o que los creyentes jamás decepcionarían. Pero esas ideas no son promesas bíblicas; son filtros culturales o personales que terminan creando un falso evangelio.

La Escritura nos advierte que muchos abandonan no al Cristo verdadero, sino una versión adulterada del evangelio. Pedro escribió:

“Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…” (2 Pedro 2:1).

Pablo mismo se sorprendió de que los gálatas hubiesen caído en un evangelio distorsionado:

“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente, que en realidad no es otro evangelio…” (Gálatas 1:6–7).

Jesús también anticipó esto al advertir que no todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos (Mateo 7:21–23). Muchos sirven a un Cristo falso, confiando en un evangelio que nunca salva.

Por eso, cuando alguien deja atrás ese cristianismo distorsionado, no abandona la verdadera fe, sino una caricatura de ella.

2. ¿A dónde vamos desde aquí?

Si alguien decide dejar el cristianismo, la pregunta inevitable es: ¿qué alternativa queda?

La única opción es vivir sin Dios. Pero, ¿es realmente posible una vida sin religión? Pablo responde claramente:

“…cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:23).

En otras palabras, no dejamos de ser religiosos: simplemente cambiamos de objeto de adoración. La idolatría moderna no siempre son estatuas; muchas veces son el placer, el dinero, el poder o la idea de “mi verdad”.

El profeta Jeremías lo expresó con fuerza:

“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13).

La vida sin Dios promete libertad, pero conduce a vacío y desesperanza:

  1. Sin verdad absoluta: todo se vuelve relativo y nadie sabe qué creer.
  2. Sin moral firme: lo bueno y lo malo cambian según conveniencia o poder.
  3. Sin dignidad humana: si no fuimos creados por Dios, somos solo accidentes cósmicos.
  4. Sin propósito: nada llena el vacío del corazón humano.
  5. Sin esperanza eterna: la muerte deja de ser un tránsito y se convierte en un abismo.

Jesús hizo la misma pregunta a sus discípulos cuando muchos lo abandonaron:

“¿Acaso también vosotros queréis iros?” (Juan 6:67).

A lo que Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).

3. ¿Qué es el cristianismo?

El cristianismo no es simplemente un conjunto de rituales ni un estilo de vida moral. Es, a la vez, una cosmovisión y una fe viva.

a) El cristianismo como cosmovisión

Ofrece respuestas coherentes a las preguntas más profundas:

  • ¿De dónde venimos? Fuimos creados por Dios, a su imagen y semejanza.
  • ¿Quiénes somos? Seres con dignidad y propósito, llamados a reflejar a nuestro Creador.
  • ¿Cuál es nuestro deber? Amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
  • ¿Hacia dónde vamos? La historia se dirige hacia la consumación del reino de Dios: comunión eterna con Él o separación eterna.

El propósito de la vida humana se resume en la confesión clásica: “Glorificar a Dios y disfrutarlo para siempre.”

b) El cristianismo como fe

Muchos piensan que fe significa “creer sin pruebas”. Sin embargo, la Biblia describe la fe como evidencia:

“La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).

La fe no es un salto ciego ni una confianza en la fe misma, sino una confianza en una Persona: Jesucristo y su obra consumada en la cruz.

Conclusión

Si alguna vez pensaste que el cristianismo te falló, quizá lo que falló no fue Cristo, sino la versión equivocada que te presentaron. El evangelio verdadero no promete una vida sin problemas, pero sí una vida con propósito, verdad, dignidad y esperanza.

Ante la pregunta de Jesús: “¿También quieres irte?”, la única respuesta sensata sigue siendo la de Pedro:

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”

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